24 jul 2015

La comunicación en el transporte público

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Desde que abrí el blog, este es uno de los posts más fumados que escribí. A no asustarse, que estoy de vacaciones.

¿Nunca se pusieron a pensar que cuando caminamos por la calle o cuando estamos viajando en el colectivo o en el tren, estamos constantemente interactuando con otros? Sí, aunque los ignoremos o aunque solo crucemos miradas.

En semiología estudié mucho sobre el espacio público como espacio comunicativo y creo que me enamoré de todo eso: la ciudad, la gente, las calles... lo urbano; sí, de eso: lo urbano. La comunicación en lo urbano.
Yo creo que para conocer una sociedad específica de cada ciudad, hay que entrar por estos parámetros, es la única manera de saber cómo es y cómo se comunica; su forma de comunicar ya te está diciendo cómo se caracteriza... en resumen, refleja lo que realmente es. Yo propongo el método de la simple observación como primer apuesta. Después claro, el método de la experimentación para comprobarlo todo.


Resulta que en estos cuatro meses que comencé a estudiar un poquito la sociedad y su comunicación, nos entendí un poco más (y déjenme decirles que estamos jodidos, muy jodidos. Aunque hay algunas cosas que se pueden rescatar).
Hoy les traigo un simple análisis en un texto, de la sociedad que me rodea (en realidad es una simple investigación introspectiva) very corto (mentira) para flashearla un poco que ya soy toda una licenciada en ciencias de la comunicación (y la realidad es que soy una novata cualquiera). Pero acá va:

Imaginate que a las 5:00 am de un lunes te suena la alarma y te tenes que levantar; lo hacés, te lavás la cara, tiritás un poco de frío y te preparas el desayuno. Hoy te toca cursar en la facultad y tenes que tomar el tren y un colectivo. Rogás que el saldo de la sube te alcance mientras mirás al meteorólogo de las noticias y pensás: "qué ganas de volver a dormir". Terminas de tomar el café, vas al baño, te lavas los dientes y te cambias de ropa. Agarras las bufanda y los guantes (que no se te olviden, por favor), acto seguido agarras la llave y salís. Ah no pará, ¡los auriculares! Ahora sí. Te sonás los mocos, encendés la música de tu celular, masticás chicle y caminás hacia el andén.
Acá dejás de ser vos -alguien encerrado en su esfera privada-, porque cuando llegas al espacio público, te convertís en alguien más; te unís con las otras personas para ser una sociedad en el transporte público. Y si los observás bien, te das cuenta cómo son y cómo se comunican con vos: cuando las puertas del tren se abren y querés entrar, todos te empujan. A todos los sujetos que te rodean lo único que les importa es viajar sentados, a vos ni te conocen ni les importás.
Todos se sentaron.
Acá es cuando las miradas comienzan a cruzarse: los sujetos necesitan conocer cuál es su espacio y con quiénes lo comparten. Un vendedor ambulante interrumpe la interacción de miradas entre las personas del vagón con su voz chillante. El tren arranca y de repente los sujetos dejan de mirarse y cada uno busca perderse en lo suyo: dormir, leer, escuchar música, hablar con el de al lado, mirar por la ventana o acosar a alguien con la mirada. Ah, algunos juegan al candy crush pero de esos ni hablemos.
Ese primer proceso de comunicación que por un momento era colectivo, se fue esfumando, convirtiéndose en una relación de individualización, a medida que lo desconocido se volvió conocido y cada uno en aquel espacio encontró qué hacer o de qué otra forma comunicarse, pero esta vez de manera fragmentada... cada quien con lo suyo.


Una vez que pasaste de tu esfera privada al espacio público, te convertís en alguien más de esa sociedad y no solo compartís e intercambiás interacciones, sino también vivencias y experiencias. Te puede pasar que te empujen (y te pidan disculpas o no), que te miren (de manera desinteresada o no), que te hablen (sí, que te hable un desconocido), que alguien te apoye (mientras no te podes mover porque hay exceso de gente en el tren), que una señora te vea resaltando un apunte de la facultad y te señale lo que te faltó, que una viejita te empiece a contar así de la nada que fue tres veces al manicomio y se ponga a llorar casi en tus brazos, (acá comenzás a preguntarte qué es lo que tenes con las viejitas) que otra se te aparezca de repente y te pregunte qué edad le das (recomendación: siempre darle diez años menos de lo que parece), que alguien te ate un preservativo en la mochila y camines un par de cuadras con eso colgando sin que te des cuenta, que un chico se caiga arriba tuyo y lo atajes cual película romántica porque el bondi dobló de golpe; puede que te enamores a primera vista y después nunca más lo vuelvas a ver, puede que alguien levante del suelo esa moneda que se te cayó y te la devuelva con todo el desinterés del mundo, puede que alguien te acose con la mirada durante todo el viaje, puede que un vendedor ambulante te cause gracia y simpatía (y te rías cada vez que lo escuchas decir que "vende cartas españolas" con acento italiano).
En conclusión, en el espacio público puede pasar de todo.

Todos son hechos, interacciones y reacciones que en conjunto se vuelven anécdotas y que a la vez, estas te dicen quiénes son los que te rodean. Nada de lo que pasa en un espacio público está planeado, todo surge por distintos motivos cercanos a la improvisación y a la mera espontaneidad; y en el transporte público, por lo general, es donde más se rompen las reglas naturales de lo "normal": en donde lo común es ignorarnos y evitarnos, en esquivarnos cuando caminamos... es muchas cosas que se naturalizaron y transformaron por nuestra forma de ser como sociedad que refleja claramente nuestra cotidianidad.


Somos lo que comunicamos, lo que mostramos cuando interactuamos con un desconocido; somos lo que somos cuando estamos en la calle, porque somos alguien más de eso que es mucha gente; una persona más, un sujeto que se unifica con la sociedad y que es parte de ella todo el tiempo. Porque somos sociedad, somos una sociedad que produce urbanidad y comunicación: en la calle, en la vía o en el transporte público... en todos lados.
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16 jul 2015

Película: Intensa-mente

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Sinopsis

El camino a la adultez puede estar lleno de baches y el de Riley no es la excepción. Ella es desarraigada de su ciudad natal cuando su padre comienza un nuevo trabajo en San Francisco. Como todos nosotros, Riley está guiada por sus emociones (Alegría, Temor, Furia, Desagrado y Tristeza). Las emociones viven en el Cuartel General, el centro de control de la mente de Riley, desde donde la asesoran en su vida cotidiana.

Trailer



Crítica

Hoy quiero hablarles sobre una película animada que vale la pena ver no importa qué edad tengas ni con quién estés. Sí, estoy hablando de Intensa-mente y de su increíble originalidad en cuanto a trama y personajes. Si no la viste, entonces andá pensando seriamente en hacerlo ahora mismo, vas a invertir tu tiempo muy bien.

Cuando la vi no sabía con qué me iba a encontrar, apenas entendía algo sobre los personajes... a que son originales, ¿no? Las emociones de una niña -Riley- están personificadas y caracterizadas de una manera bastante llamativa y divertida. También el lugar en el que se desarrolla la historia -la mente de Riley- es inesperadamente brillante; así que Pixar y Pete Docter, el culpable de esta idea, merecen un aplauso de pie.
Ahora bien, si van a ver esta película esperando reírse todo el tiempo (sí, te reís mucho pero no siempre) están equivocados. La historia es bastante emotiva, toca todo tipo de emociones y hasta puede llegar a provocarte un poco de frustración, como a mí; los personajes me volvían loca.
Pero sí, así es la mente de todos los niños cuando crecen y nuestra película lo demuestra muy bien. Una vez vista, entendemos completamente cómo funciona la psiquis de todos nosotros a esa edad, ¿Y por qué no la de ahora?


Al principio no entendés mucho, puede que no lo logres hacer con la función de las emociones, las esferas, los recuerdos y las "islas" que hay ahí en la mente de Riley. Mucho menos se entiende por qué la Tristeza -uno de los personajes- está así todo el tiempo y es impulsiva. Pero pará, no te aflijas que para todo esto hay una sola explicación: el crecimiento. Ese proceso en el que todo se altera y la mente se te da vuelta y se te mezcla todo: sí, de eso se trata Intensa-mente.

Intensa-mente es una película animada excelente, realmente me dejó encantada. Y claro, ahora no puedo imaginar cómo es mi mente por dentro de otra manera: ahora no puedo no creer que cinco emociones que tienen vida y hablan, me controlan todo el tiempo para intentar que yo crezca bien y sea feliz.
Ah no pará...


El/la primero/a que me diga que esta película es solamente para los chiquitos, se me va corriendo patitas pa' la calle porque no entendió nada. Véanla, les va a encantar.


Calificación:
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8 jul 2015

Crónicas universitarias: Época de parciales

20 comentarios:
La foto tiene un efecto, pero a ver si descubren dónde está la mancha de café...

Los días entusiastas de cursada comienzan a tornarse tensos, las fechas asignadas de los primeros parciales cada vez están más cerca y llegó la hora de ponerse a prueba.

Hoy en Crónicas Universitarias vamos a hablar sobre la peor y más temida faceta de la universidad: los parciales. Esos seres oscuros que dan miedo, que producen estrés, cansancio, sueño, inseguridad, nervios, ansiedad y caos.

Llegó la hora de poner a prueba todos tus conocimientos sobre las materias y estás solo/a, ¿querías ser independiente? Jamás lo vas a ser tanto como en la universidad.
Todo comienza con ciertas expectativas: buenas o malas, depende de qué tanto te guste la materia o qué tan bien te caigan los profesores; también si entendés los contenidos o no... todo está en juego. Hay que leer mucho, resaltar lo más importante, resumir, resumir y... hacer trabajos prácticos, para variar. También hay que releer los apuntes en clase a ver si cachás algo o si en realidad ese es el tema central de todo el choclo de texto que había que leer. Ay pero dios mio, ¿qué es esto?

Recuerdo de una noche de estudio duro. No le den bola al corazoncito que está por ahí en mi agenda.

Cuando se comienza la vida universitaria, todo es lo más. Ya no más colegio, ya no más esto ni lo otro que tanto no nos gustaba. Ahora sos "grande" y te independizás. Estudiás lo que te gusta.
Empezás a cursar y todo es divertido: conocés gente copada, gente no muy copada, hacés los trámites necesarios de tu carrera e inscripción en el departamento de alumnos −y te bancás que te atiendan con cara de traste−, hacés apuntes de absolutamente todo lo que habla el profesor −hasta los chistes y refranes−, comprás café con sabor a agua sucia en el bufet −y cuando preguntás si ese tarro es el del azúcar te contestan con sarcasmo y mala onda que no, que es el de sal−, viajás menos o más de una hora para llegar a la facultad −que el tren anda mal o que el bondi no te para o abre la puerta porque está lleno o te vio cara de tarada−, que el café se te vuelca sobre los libros y apuntes −incluso en la remera− cuando estás repasando para el parcial justo 30 minutos antes de rendir; que esa profesora que en un principio te divertía y te calló bien, al final te demostró con sus actitudes que es una forra que no vale la pena; que cuando se acercan los parciales, el ambiente tenso dentro de la facultad es contagioso, y esas caras ojerosas, asustadas, cansadas y tristes te desesperan...
En realidad lo único divertido de la universidad es el primer día, cuando te reís de algún chiste del profesor o cuando te reís con tus compañeros. Después, agarrate Catalina.

Comenzar el primer cuatrimestre cursando solamente tres materias, parece una pavada, claro. Hasta que la época de parciales se acerca y tenés que estudiar. Pero estudiar de verdad, posta, no como en el colegio.
Hay que empezar a organizarse −realmente recomiendo y aconsejo mucho hacer esto, pero bien−, empezar a dormir un poquito menos −y a veces más−, y sobre todo, comenzar a hacer valioso el tiempo. Hay que empezar a tomarse más en serio las cosas y afrontar la realidad: tenés que estudiar un montón y estás hasta las manos.
Lo que yo hacía, para organizarme, era dividir la cantidad de textos para leer por día. Es decir, leía y estudiaba, como mínimo, un texto por día −a veces dos o tres−, y así llegué a estudiar todo para las tres materias.
Otra cosa importantísima a saber, es que todos debemos descubrir y usar nuestra técnica de estudio ideal. Muchos lo que hacen es solo resaltar lo más importante de los textos y estudiar de ahí, otros los resumen, otros hacen cuadros y redes conceptuales, otro no hacen un pepino, peo todos se las ingenian de alguna u otra forma para que esa enorme e infinita cantidad de información les quede acumulada en el coco. Vos buscá la tuya, nadie tiene la misma técnica porque nuestros cerebros funcionan distinto.
Yo me pasé la cursada preguntándole a varios compañeros cómo estudiaban, y todos me contestaron algo diferente.
Así que bien, a la hora de comenzar a prepararse para los parciales, hay que tener en cuenta que:

  • Hay que leer todos los días.
  • Organizarse bien.
  • Dormir bien (nunca vayan a rendir sin dormir o con una o dos horas de sueño, yo sé por qué se los digo).
  • Estudiar, pero en serio.
  • No dejarse estar.
  • Tomar buenos apuntes en clase. Por lo menos, a mí me sirvieron un montón.
  • Sacarse todas las dudas posibles, ya sea con compañeros del curso o con profesores (si te tocó uno que contesta mal, te compadezco).
  • Sobreponer el estudio sobre tu vida social, ocio y salidas. Olvidate de tu vida anterior.
  • Después de los primeros parciales, no vas a ser la misma persona de antes.
Noche anterior al primer parcial de IPC, intentando memorizar un par de cosas utilizando mi mano (no pregunten por qué). La pomadita del fondo me hacía compañía en el resfrío pedorro que tuve. Ah, y el café siempre presente, claro.

Eso de "si estudiás te va a ir bien" no lo creo mucho; por lo menos a mi no me funcionó en todas las veces. Eso de que te vaya bien no sólo depende de vos y todo lo que hayas estudiado, también depende de cómo te hayas levantado ese día ojalá que no con el pie izquierdo, depende de cuánto hayas dormido recomiendo que lo hagas bien−, de cuán seguro/a y confiado/a estés, de la tranquilidad o nervios que tengas y de los temas que te toquen en el parcial puede que te toque lo que más sabés o lo que menos estudiaste. Lo importante es que te prepares bien, que te organices bien y logres aprenderlo todo. Porque eso que se estudia ahora son las herramientas que la universidad te está dando para que vos te formes como ese profesional que querés ser. Todo lo que se estudia puede ser un bajón, pero yo me lo tomo como un perfeccionamiento y una formación a lo que soy y quiero ser.
No siempre nos va a ir bien en todo. Por ejemplo, a mi me fue muy bien en dos materias y mal en una; pero aunque duela haberse esforzado demasiado para resultados tan escasos, vale la pena seguir resistiendo.
También es un bajón ver cómo algunos compañeros se van y abandonan, todo así a mitad de camino. También es duro ver lo desorientados y perdidos que podemos llegar a estar todos, o la competencia que se puede generar dentro del curso. Es molesto descubrir que en la universidad también hay chupamedias y gente que se copia en los parciales −o se machetea, para entenderlo mejor−.
Es feo tener que cursar con profesores cuyas actitudes son de lo más incorrectas y no se cansan de hacerte sentir mal. Es un bajón conocer gente mala onda o gente fuera de la facultad que te tira chocolates con púas para desanimarte.

"DEJÁ DE ESTUDIAR Y DAME BOLA, NO AGUANTO MÁS".

Sobrevivir a época de parciales fue bastante duro, agotador y estresante. No sólo por todo el esfuerzo que me implicó empezar −y aprender− a estudiar desde cero, sino porque esta época se me combinó con problemas familiares y de salud, que provocaron que terminara casi como Emily Rose.
El caso es, que empezar siempre cuesta. Después con el tiempo le agarrás la mano y te canchereás.
Así como aprendemos a vivir la vida, aprendemos a vivir la universidad y siempre cuesta un poquito al principio, porque es cuando más errores se comete y más veces te chocás contra la pared. Después la vivís esquivando o diciéndole olee, porque ya sabés que la forra está ahí esperando a que tu cara se estrelle contra su cuerpo sólido.

En resumen, esta época, a pesar de que sea la más dura, decepcionante o alegre o bajón, es la que más nos enseña. Un parcial es sinónimo a el momento en que ponés a prueba todos tus conocimientos aprendidos previamente. Por eso siempre hay que aprovechar esa hora y media o dos y dar lo mejor de uno. Dejar todo en la cancha, así como decimos nosotros los argentinos. "Hoy te convertís en héroe", te susurra Mascherano al oído, que está sentado al lado tuyo. "Hoy das todo lo mejor de vos en esos parciales, porque la universidad no es solo para inteligentes, como dicen, es más que nada para resistentes".

En las próximas Crónicas Universitarias seguro te vas a encontrar con...
  • Lo bueno y lo malo de la universidad.
  • Anécdotas bizarras.




No fue un post como pretendía que fuera (quería hacerlo menos en prosa y más como las crónicas anteriores, pero salió lo que salió). No me explayé como suelo hacerlo, por eso voy a pedirles obligarlos a que me cuenten sus experiencias en su primera época de parciales. Apuesto a que más de uno la pasó mal, se puso nervioso/a o no durmió la noche anterior. Espero sus comentarios así nos reímos un rato de nosotros y cumplimos con el objetivo que tiene esta sección, de nutrirse de la interacción recíproca.
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